El Rolls-Royce psicodélico
El verano de 1967 comenzó temprano, el domingo 28 de mayo. Dos días antes, Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, el álbum de los álbumes, el totémico disco que había que escuchar de un tirón —con una pausa a la mitad para respirar, como buen juego inglés, y cambiar de lado el vinil— comenzó a circular. Pero esa tarde, Brian Epstein, el mánager de los Beatles, ofreció una fiesta en su recién adquirida casa de campo en Kingsley Hill, Warbleton, en Sussex.
Como todo lo que ocurrió en esos días, más que una reunión fue un happening completo. Entre los invitados estaban Mick Jagger y Marianne Faithfull, Klaus Voormann, Lionel Bart, sir John Pritchard (director de la Orquesta Filarmónica de Londres) y Derek Taylor y su esposa, Joan. Taylor había sido agente de prensa de los Beatles, pero renunció durante una gira por Estados Unidos. Tras su mudanza a California en 1965, trabajó como publicista de los Beach Boys —la campaña “Brian Wilson is a genius” es obra suya—, los Byrds, Paul Revere & the Raiders y the Mamas & the Papas; de hecho, fue uno de los organizadores de Monterey Pop, el primer gran festival rock, junto a John Phillips, Lou Adler y Alan Pariser.
Taylor voló especialmente para la fiesta con boletos cortesía de Epstein. Derek y Joan llegaron temprano al aeropuerto de Heathrow. John Lennon y George Harrison fueron a recogerlos, acompañados de sus respectivas esposas, Cynthia y Pattie. También iban con ellos Terry Doran, empresario y amigo, y Barry Finch, parte del colectivo de diseño The Fool.
Fundado por Simon Posthuma y Marijke Koger, junto a su asistente Josje Leeger, The Fool definió visualmente la psicodelia anglo. Fueron ellos responsables de la funda interior de Sgt. Pepper (se les había pedido la portada, pero ganó el diseño de Peter Blake), las ropas de los Beatles para la transmisión vía satélite del programa Our World (25 de junio de 1967, en el que estrenaron “All You Need is Love”) visto por alrededor de 500 millones de personas y para el filme Magical Mystery Tour. También vistieron a los Hollies en la portada de su álbum Evolution (junio 1967), a Cream y a Procol Harum; diseñaron las portadas para The 5000 Spirits or the Layers of the Onion de la Incredible String Band (julio 1967), de Picknick de Boudewijn de Groot (temprano en 1968) y del disco debut de The Move (marzo 1968). Pintaron la escandalosa pared de la boutique Apple que abrieron los Beatles en Baker Street (diciembre 1967), las paredes de la casa de George Harrison en Kinfauns y también su Mini, así como un piano de John Lennon y las guitarras de Eric Clapton y Jack Bruce. En 1968, diseñaron los sets de Wonderwall, la película de culto de Joe Massot con Jane Birkin en el estelar y un exquisito soundtrack de George Harrison y lanzaron su propio álbum de música producido por Graham Nash.
Todos se apretujaron en el Rolls-Royce de John Lennon, que también estaba de estreno, recogido del taller apenas dos días antes. Era un lujoso Phantom V adquirido en junio de 1965; era negro brillante de fábrica, pero rediseñado por completo en 1967. Fue completamente pintado con motivos psicodélicos y romaníes por el artista Steve Weaver —quien también pintó un icónico carromato para Lennon—, además de modificado por dentro: el asiento trasero se abatía para convertirse en una amplia cama, se instalaron ceniceros, aditamentos para vasos y tazas, un set de televisión y, sobre todo, además de un reproductor de cartuchos de 8 pistas, un tocadiscos Philips con ingeniería especial para que la aguja no saltase cuando el auto iba en marcha.
Imagino a Lennon durante su estancia en Almería, España, en el verano de 1966, filmando como actor la película How I Won the War de Richard Lester. Lo veo en la parte de atrás del Rolls-Royce fumando porros, relajándose y escribiendo “Strawberry Fields Forever”. Su lugar favorito, acaso seguro. Un año después, el coche era una de las muchas sensaciones pop que ofrecía el Swinging London del ‘67. Era imposible que un vehículo así pasara desapercibido cuando pasaba por las carreteras del sur de Londres y por las calles de la capital.
El viaje de Heathrow a Kingsley Hill ya fue parte de la fiesta. George y John se veían radiantes, a pesar de llevar días levantados en un sopor lisérgico. En el plato Philips giraba sin cesar “A Whiter Shade of Pale” de Procol Harum, lanzada apenas el 12 de mayo de 1967, que volvía loco a Lennon. Comenzaron a rolarse un termo con té. Cuenta Derek Taylor que, tras un par de sorbos, la música y el paisaje comenzaron a cambiar. Había, por supuesto, ácido lisérgico en el té.
Y es que, más allá de la realeza pop que se dio cita, el LSD fue el invitado central. Derek y Joan, vestidos sobriamente, él con traje y corbata, desentonaban entre las túnicas y los vestidos chirriantes. Era, efectivamente, otra dimensión. El ambiente distendido y musical —no dejaron de sonar, alternados, Sgt. Pepper y “Shade of Pale”— inauguró efectivamente el Verano del Amor, que se coronó unos días después en Monterey, California, con el festival de los festivales.
Fue, tal vez, uno de los días felices de Brian Epstein, sólo ensombrecido al recibir una llamada de Paul McCartney para avisar se ausentaría para pasar tiempo con Jane Asher, su novia entonces, actriz, que acababa de llegar de una gira por Norteamérica. Pero es que a pesar de que los Beatles ya no iban de gira, que su dinámica de grupo había cambiado —en el verano y otoño de 1966, cada uno hizo cosas por su lado—, que su contrato estaba por vencer y renegociarse; sabemos que le quedaban apenas unas semanas más de vida y que su muerte en agosto de ese año significaría el principio del final de los Beatles y la clausura definitiva del brevísimo Verano del Amor. Fue también un presagio de las partidas de Jones, de Hendrix, de Joplin. Pero en esa tarde de mayo es mejor pensarlo feliz. En buena compañía. Volado.
La concurrencia se puso a cantar alrededor del piano de cola de la sala de estar. La única que sufría esa noche era Cynthia Lennon, que se recluyó en una habitación. En cierto momento, en pleno mal viaje de soledad y ansiedad, consideró arrojarse por la ventana.
Hubo un momento en que Derek y John salieron al Rolls-Royce. Los imagino poniendo “A Whiter Shade of Pale” una y otra vez, perdidos en la textura bachiana de la música. George se les unió. Cuando Derek amagaba con tener un mal viaje, Harrison le hablaba, lo guiaba hacia la luz, le hablaba de amor cósmico, within you without you. John no paraba de hablar, veía como sus palabras subían como humo a la atmósfera. Le imagino sorprendido de haber visto cómo Mr. Toad, de The Wind in the Willows, les rebasaba a toda velocidad por la derecha en su potentísimo automóvil. ¡Y eso que el Rolls-Royce estaba estacionado! Qué visiones aquellas.
Esa fiesta fue un ensayo general para la gran obra de la Generación del Amor. El subidón los llevó al cielo, pero la caída fue aparatosa. Vaya que dolió.
C/S.